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En urgencias
vigía impotente de la noche
con
sedada paciencia acaricia tu cabeza
en el
inicio de una larga pesadilla
o quizás
sólo su continuación severa
Te abrazas
a tu cuerpo en huesos consumido
con más
angustia que en noches del pasado
En coma
separada del mundo
conectada
a máquinas que titilan la vida
Lágrimas
de madre resignada
asumen
con temor el porcentaje fatalista
pronóstico
en reserva de las batas blancas
Contempla
la imagen que acompañe su partida
Veinte
días de angustia desfila su agonía
Florece
en su ventana el segundo milagro
La vida
sobre las sombras se impone
No es su
hora todavía No lo es No es
Por medio de tus palabras permites la catarsis de otras personas, de otros dolores. Esa cómoda sensación de saber que hay alguien que comprende una tristeza.
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