sábado, 26 de enero de 2013

La habitación del vecino


Sentado en la silla de visitantes, Alberto contemplaba a través de la puerta entre abierta de su habitación, la discusión de dos hombres de mediana edad que trataban de hacerlo discretamente, sin conseguirlo. Pasaban de un lado a otro manoteando con gestos de preocupación. Alberto intentaba escuchar lo que decían en aquel seseo lejano que era tapado por el sonido del televisor que daba los titulares del noticiero del medio día.

            Alberto llevaba quince días recluido en el hospital, sus estudiantes en las universidades no habían vuelto a recibir sus clases, y consideraba que dos semanas eran un retraso muy largo para un semestre. Le molestaba la pérdida de tiempo y, sobre todo, pensar que seguramente sería reemplazado por otro profesor y que su programa no podría ser concluido.

            En el corredor, el seseo de las voces se alteraba. Trató de inclinarse hacia la puerta como si con eso pudiera aclarar el sonido; lo sorprendió que la puerta se abriera de sopapo.

            -Hola Alberto. ¿Cómo va esa recuperación? –dijo Oscar al entrar en la habitación.

            Oscar era su exalumno predilecto de los últimos años. Juntos tenían planes y proyectos. Esta era la segunda vez que lo visitaba en el hospital.

            -¡Y bueno! ¡Pero que sorpresa! –Alberto intentó pararse a  saludarlo, pero Oscar llegó hasta él y lo abrazó antes de que lo hiciera. La puerta completamente abierta, descubría a los dos hombres que vestidos de paño ahora miraban sorprendidos hacia el interior de la habitación-. Cerrá la puerta, esta bata de enfermo hospitalizado no es muy presentable para atender extraños.

            Oscar de devolvió apresurado y con gesto de disculpa cerró la puerta ante los hombres que retomaron su discusión.

            -Y es que sos un desocupado que se da el lujo de visitar enfermos a pleno medio día –reclamó Alberto con alegría.

            -Tengo cita para almorzar con María aquí en la Santoto y luego ir a cine.

            -¿Y qué van a ver?

            -La noche de los lápices

            -¡Y esa viejera! Vos ya la viste.

            -Pero María no. La están presentando en el ciclo de cine argentino del MAM.

            -Pero llevala a otra cosa. ¡Pobre mina! Tener que aguantarse ese drama.

            -Se la pusieron en la universidad.

            -¡Bah! Y es que los profesores no saben otra cosa que andar martirizando a los pobres estudiantes con los sufrimientos del cine de la dictadura argentina. ¡Me revienta!

            -A mí me gustó mucho esa película.

            -Bueno, y sí, pero ya basta. Es demasiado hurgar en la llaga. Hay otras cosas que vale la pena ver… Un cine más inteligente y menos lloroso… Aristaraín, Solanas… Aunque sea Subiela.

            -No te gusta Olivera…

            -¡Y bueno! ¡Tiene otras películas!

            -Yo creo que no está mal que se recuerde la crueldad de una dictadura, los pueblos a veces parecen olvidarlo.

            El noticiero en el televisor empezó a mostrar imágenes sobre la marcha de los estudiantes y la convocatoria a la séptima papeleta. Las elecciones de marzo y las declaraciones de Álvaro Gómez y Horacio Serpa hablando sobre la importancia de redactar una nueva constitución política. La enfermera entró afanada y se acercó hasta Alberto, empezó a revisar el suero. La puerta quedó abierta y en el pasillo seguían discutiendo los dos hombres, uno se cogía la cabeza con desesperación.

            -Ya casi tengo que cambiarle el suero, profesor carrasco –dijo la enfermera.

            -Si quiere puede traer otro frasquito –dijo socarrón Alberto- tengo un invitado a almorzar.

            Una mujer mayor se acercó hasta los dos hombres. Se veía muy enojada. Empezó a regañarlos; “debe ser la madre –pensó Alberto- Santo Dios, y los trata como a dos chiquillos”. El más alto parecía ser el menor. Ambos vestían de paño impecable y la mujer muy elegante, lo que contrastaba con su gesto de enfado. Carrasco estaba seguro que era la familia del hombre que estaba en la habitación de al lado, que según había sabido, estaba en coma. La enfermera salió y cerró la puerta.

            -Bueno profe Carrasco, necesito que se alivie pronto, yo creo que ahora sí nos va a salir el proyecto de radio –dijo Oscar con entusiasmo.

            -Pues yo estoy poniendo todo de mi parte, pero tenés que hablar con esta bendita neumonía que es la que no se ha enterado de nuestros proyectos.

            -En serio –La expresión de Oscar se tornó preocupada-, ¿qué dice el médico?

            -¡Y nada! Que debo estar aquí chupando oxígeno y haciendo exámenes hasta que ceda la infección. Ahora me lo quitaron para ver cómo seguía –Cambió el tema con un gesto de interés abrupto-. ¿Y vos sí crees que la emisora acepte el proyecto? Porque si es así me alivio ya.
Link cuento completo: La habitación del vecino

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