viernes, 30 de junio de 2017

REFLEXIONES DE UN ATRACO

Estás caminando por la calle, de repente te sientes contra la pared, un brazo te aprieta el cuello y te sostiene de la muñeca. Otro tipo te sujeta el otro brazo y te amenaza con un puñal.

Son tres jóvenes, no pasan de 20 años, sus caras tienen más miedo que tú, se afanan y se atropellan. Sus ojos están llenos de odio y resentimiento. Con la boca te sacan la argolla de tu dedo y del de tu esposa. Te quitan el morral y a ella el bolso, te sacan la cartera del bolsillo, las gafas caen al piso. En menos de cinco minutos se han llevado tus pertenencias, la baratija de rolex de doce mil pesos, los documentos y la tarjeta debito sin un centavo, el morral azul de Uniminuto y el bolso arhuaco de tu esposa con su estuche de maquillaje, sus llaves, su cartera con todos los documentos y los 150 mil pesos que entre los dos reuníamos. Así como aparecieron, así se fueron.

A los momentos de miedo le siguen los de rabia, indefensión, desasosiego; todo tu cuerpo tiembla y quieres matar a alguien y no sabes a quién. La adrenalina de ellos ee durante el atraco. la tuya después. Luego viene la sensación de culpa, ese in
menso vacío interior que no sabes cómo llevar: ¿¡Si hubieras llamado un taxi!? Pero nada, el destino estaba escrito, teníamos una cita con los atracadores, por eso no salimos cinco minutos antes, ni cinco minutos después.

Lo que más siento es el disco duro y la grabadora digital, no por su valor, sino por los archivos de trabajo del primer semestre de este año del disco,  y las grabaciones del documental sonoro que estoy haciendo que no descargue de la grabadora. Entonces sientes que te atropella el no haber hecho las cosas: No haber hecho la copia de seguridad mensual del disco duro que siempre hacía y que este año no hice, no haber llamado el taxi. ¿¡Por qué diablos teníamos que salir a la esquina a cogerlo!?

En realidad, el balance es muy positivo, estamos vivos, no tenemos ninguna herida, aparte una pequeña magulladura en el cuello, el brazo derecho y en la dignidad, a mi esposa le duele la mano que uno de los hampones le apretó para meterse el dedo de su argolla de matrimonio en la boca. Todavía tengo la imagen del cuchillo amenazante en el aire. ¿Cuántas noticias de heridos y muertos por una puñalada? Definitivamente debíamos darnos por bien servidos.

En general nos robaron alrededor de un millón pesos. También se pierde lo que hay que gastar, cambio de guardas en el edificio y el apartamento, duplicados de los documentos con el tiempo que implica. Esto no es nada si uno piensa que hubiera podido perder la vida.

Siempre llamamos un taxi al salir de una reunión ¿por qué no lo hicimos esta vez? La confianza. ¡El exceso de confianza! Porque es jarto estar sintiendo miedo, andar siempre prevenido. Estásbamos en el Nicolás de Federmán, el barrio de mi tía, un territorio que sientes seguro. Nos atracaron en la esquina del apartamento de mi tía, al frente de su edificio, acabábamos de salir.


La mayor tristeza de todo esto es saber que vivimos en la sociedad que hemos construido, jóvenes entre los 17 y los 20 años especialistas en el raponazo y el atraco,  que matan por un celular. ¿Qué hace que un grupo de jóvenes anden por las calles delinquiendo, en lugar de estar estudiando, divirtiéndose en algún lado o durmiendo en sus casas? No son malos, no son delincuentes porque sí, son el resultado de esta sociedad que les ha cerrado todas las puertas y no les ha dado mayores opciones.

Mientras vamos de regreso en el taxi a casa, veo por las ventanas otras parejas en la calle, otras personas,  a la una de la mañana hay mucha gente en este sector, cualquiera puede ser víctima, esta vez nos tocó a nosotros.

¿Cuántas de estas víctimas deciden después tomar venganza? Aparecen los grupos de limpieza que matan indiscriminadamente muchachos en las esquinas, por el simple hecho de ser jóvenes y pobres, vestir como raperos; no importa si son ladrones o no, si son músicos o estudian. La gente con un mediano poder creé que tiene derecho a matar. Nuestra sociedad construye esta situación y luego intenta remediarla matando, como si fuera posible matar la consciencia de lo que como país hemos hecho.

Sólo hay un camino para contrarrestar este tipo de delincuencia, acabar la inequidad, acabar con las condiciones que no le dan oportunidades a una buena parte de la gente, brindar educación y condiciones dignas de vida.

Mientras sigamos alimentando este sistema, tendremos que seguir soportando este tipo de situaciones. Hoy, mi esposa y yo salimos ilesos ¿Cuánta gente no ha tenido la misma suerte?

Las cárceles están llenas, superan el 200% de su capacidad. La policía convive con los delincuentes, hacen parte de su círculo social, viven en los mismos barrios, sólo que tienen uniforme; los jueces sueltan a los delincuentes que la policía captura en las calles; la fiscalía persigue estudiantes de la Nacional para tener chivos expiatorios, frente a casos como el del Centro Comercial Andino; los grupos de extrema derecha, en sus iglesias se preocupan de los pecados de la gente y con su doble moral juzgan su comportamiento sexual, atacan el proceso de paz, pero la paz es único camino para repensarnos como sociedad y generar los cambios que verdaderamente necesitamos. Creer que la violencia es la solución, lo único que hace es alimentar el odio de los menos favorecidos e incrementar su resentimiento.


Sí, estamos vivos, ilesos después de esta experiencia, pero mientras estas condiciones sociales continúen, tenemos que negarnos a gozar lo que una ciudad debiera brindarnos, caminar en la noche, estar tranquilos, vivir sanamente como sociedad. A la clase dirigente le interesa que vivamos con miedo, con muchos ladrones en la calle, para que la gente sienta que estos son más peligrosos que los delincuentes de cuello blanco que viven robando desde el sector público y siguen explotando desde el sector privado. Que la policía, los jueces, las autoridades en general, estén ocupados persiguiéndolos y la gente siga pensando que ese es el verdadero mal, que no piensen que estos ladronzuelos son los hijos y nietos de los desplazados que durante más de 50 años han alimentado la ciudad, son los hijos de un país con una clase privilegiada que ha explotado, ha sembrado la inequidad, ha robado continuamente desde los más altos cargos públicos. Que usa las leyes en función de sus intereses y utilizan el Estado como el escritorio desde el cual administran sus riquezas.