viernes, 30 de junio de 2017

REFLEXIONES DE UN ATRACO

Estás caminando por la calle, de repente te sientes contra la pared, un brazo te aprieta el cuello y te sostiene de la muñeca. Otro tipo te sujeta el otro brazo y te amenaza con un puñal.

Son tres jóvenes, no pasan de 20 años, sus caras tienen más miedo que tú, se afanan y se atropellan. Sus ojos están llenos de odio y resentimiento. Con la boca te sacan la argolla de tu dedo y del de tu esposa. Te quitan el morral y a ella el bolso, te sacan la cartera del bolsillo, las gafas caen al piso. En menos de cinco minutos se han llevado tus pertenencias, la baratija de rolex de doce mil pesos, los documentos y la tarjeta debito sin un centavo, el morral azul de Uniminuto y el bolso arhuaco de tu esposa con su estuche de maquillaje, sus llaves, su cartera con todos los documentos y los 150 mil pesos que entre los dos reuníamos. Así como aparecieron, así se fueron.

A los momentos de miedo le siguen los de rabia, indefensión, desasosiego; todo tu cuerpo tiembla y quieres matar a alguien y no sabes a quién. La adrenalina de ellos ee durante el atraco. la tuya después. Luego viene la sensación de culpa, ese in
menso vacío interior que no sabes cómo llevar: ¿¡Si hubieras llamado un taxi!? Pero nada, el destino estaba escrito, teníamos una cita con los atracadores, por eso no salimos cinco minutos antes, ni cinco minutos después.

Lo que más siento es el disco duro y la grabadora digital, no por su valor, sino por los archivos de trabajo del primer semestre de este año del disco,  y las grabaciones del documental sonoro que estoy haciendo que no descargue de la grabadora. Entonces sientes que te atropella el no haber hecho las cosas: No haber hecho la copia de seguridad mensual del disco duro que siempre hacía y que este año no hice, no haber llamado el taxi. ¿¡Por qué diablos teníamos que salir a la esquina a cogerlo!?

En realidad, el balance es muy positivo, estamos vivos, no tenemos ninguna herida, aparte una pequeña magulladura en el cuello, el brazo derecho y en la dignidad, a mi esposa le duele la mano que uno de los hampones le apretó para meterse el dedo de su argolla de matrimonio en la boca. Todavía tengo la imagen del cuchillo amenazante en el aire. ¿Cuántas noticias de heridos y muertos por una puñalada? Definitivamente debíamos darnos por bien servidos.

En general nos robaron alrededor de un millón pesos. También se pierde lo que hay que gastar, cambio de guardas en el edificio y el apartamento, duplicados de los documentos con el tiempo que implica. Esto no es nada si uno piensa que hubiera podido perder la vida.

Siempre llamamos un taxi al salir de una reunión ¿por qué no lo hicimos esta vez? La confianza. ¡El exceso de confianza! Porque es jarto estar sintiendo miedo, andar siempre prevenido. Estásbamos en el Nicolás de Federmán, el barrio de mi tía, un territorio que sientes seguro. Nos atracaron en la esquina del apartamento de mi tía, al frente de su edificio, acabábamos de salir.


La mayor tristeza de todo esto es saber que vivimos en la sociedad que hemos construido, jóvenes entre los 17 y los 20 años especialistas en el raponazo y el atraco,  que matan por un celular. ¿Qué hace que un grupo de jóvenes anden por las calles delinquiendo, en lugar de estar estudiando, divirtiéndose en algún lado o durmiendo en sus casas? No son malos, no son delincuentes porque sí, son el resultado de esta sociedad que les ha cerrado todas las puertas y no les ha dado mayores opciones.

Mientras vamos de regreso en el taxi a casa, veo por las ventanas otras parejas en la calle, otras personas,  a la una de la mañana hay mucha gente en este sector, cualquiera puede ser víctima, esta vez nos tocó a nosotros.

¿Cuántas de estas víctimas deciden después tomar venganza? Aparecen los grupos de limpieza que matan indiscriminadamente muchachos en las esquinas, por el simple hecho de ser jóvenes y pobres, vestir como raperos; no importa si son ladrones o no, si son músicos o estudian. La gente con un mediano poder creé que tiene derecho a matar. Nuestra sociedad construye esta situación y luego intenta remediarla matando, como si fuera posible matar la consciencia de lo que como país hemos hecho.

Sólo hay un camino para contrarrestar este tipo de delincuencia, acabar la inequidad, acabar con las condiciones que no le dan oportunidades a una buena parte de la gente, brindar educación y condiciones dignas de vida.

Mientras sigamos alimentando este sistema, tendremos que seguir soportando este tipo de situaciones. Hoy, mi esposa y yo salimos ilesos ¿Cuánta gente no ha tenido la misma suerte?

Las cárceles están llenas, superan el 200% de su capacidad. La policía convive con los delincuentes, hacen parte de su círculo social, viven en los mismos barrios, sólo que tienen uniforme; los jueces sueltan a los delincuentes que la policía captura en las calles; la fiscalía persigue estudiantes de la Nacional para tener chivos expiatorios, frente a casos como el del Centro Comercial Andino; los grupos de extrema derecha, en sus iglesias se preocupan de los pecados de la gente y con su doble moral juzgan su comportamiento sexual, atacan el proceso de paz, pero la paz es único camino para repensarnos como sociedad y generar los cambios que verdaderamente necesitamos. Creer que la violencia es la solución, lo único que hace es alimentar el odio de los menos favorecidos e incrementar su resentimiento.


Sí, estamos vivos, ilesos después de esta experiencia, pero mientras estas condiciones sociales continúen, tenemos que negarnos a gozar lo que una ciudad debiera brindarnos, caminar en la noche, estar tranquilos, vivir sanamente como sociedad. A la clase dirigente le interesa que vivamos con miedo, con muchos ladrones en la calle, para que la gente sienta que estos son más peligrosos que los delincuentes de cuello blanco que viven robando desde el sector público y siguen explotando desde el sector privado. Que la policía, los jueces, las autoridades en general, estén ocupados persiguiéndolos y la gente siga pensando que ese es el verdadero mal, que no piensen que estos ladronzuelos son los hijos y nietos de los desplazados que durante más de 50 años han alimentado la ciudad, son los hijos de un país con una clase privilegiada que ha explotado, ha sembrado la inequidad, ha robado continuamente desde los más altos cargos públicos. Que usa las leyes en función de sus intereses y utilizan el Estado como el escritorio desde el cual administran sus riquezas.

miércoles, 12 de abril de 2017

De Quito a Bogotá

Preámbulo Publicado en "En medio de la memoria, 10 años de la Escuela de medios para el desarrollo"

Nunca olvidaré aquella imagen majestuosa de Quito, cuando al finalizar una subida en la Avenida 10 de Agosto apareció imponente la simétrica figura del Cotopaxi, “dulce cuello de sol” en lengua cayapa, uno de los volcanes más altos del mundo.

Me había ido de Colombia con el deseo de alejarme de las universidades y de su abuso administrativo con estudiantes y docentes. “…Para la sociedad colombiana, un importante canal de promoción social, después del enriquecimiento lícito o ilícito, ha sido la educación superior” (Días Arenas, 1996, p. 167), lo que había convertido a la educación superior en un negocio rentable, sin mayor compromiso: “…en la sociedad moderna, compleja y burocratizada, ha emergido la intermediación del administrador y la sociedad colombiana ha visto surgir y expandirse la forma ominosa del propietario universitario. La materialización de los intereses de estos “intrusos” se logró no sólo en detrimento del propio interés general de la sociedad que requiere educación universitaria de calidad y con amplio cubrimiento sino en perjuicio de los sujetos naturales (estudiantes y profesores)” (Días Arenas, 1996, p. 191)

Llevaba doce años de experiencia en medios y nueve de docencia, pero la educación me había venido robando de a poquitos, después de que me la encontrara en una fotocopiadora en la Tadeo. En estos años ya había trabajado en la Tadeo, la Incca, el Politécnico, El Sena, cidca y corpotec. Pero estaba hastiado. Cuando llegaba a la
Universidad, la que fuera, sentía fastidio y no quería que nadie se me cruzara, ningún administrativo ni oficinista. Esto cambiaba al entrar al salón de clase: el diálogo con los estudiantes, el proceso de aprendizaje, me transformaba y salía de clase renovado. Sin embargo, tenía que alejarme rápido de aquellos edificios que simbolizaban la universidad como negocio y no como centro de saber.

Ya había tenido que enfrentarme a la Tadeo después de cinco años de trabajo en ella. En el 94 la Tadeo había cambiado las condiciones de contratación en medio del semestre y quería obligarnos a firmar un contrato arbitrario. Cuando protesté fui despedido. Varios años después, la demanda se falló a mi favor y la Tadeo me tuvo que reconocer los sueldos y prestaciones que me había dejado de pagar. Más adelante, el Estado puso en cintura a las universidades y las obligó a contratar profesores de planta, a crear estatutos docentes y a dar un tratamiento más responsable a profesores y estudiantes.

En el 98, cidca no me renovaba contrato si no tenía una cuenta de ahorros en
Bancolombia. Para la administración de esta organización de educación superior, no importaba mi antigüedad de dos años ni que fuera reconocido como buen profesor por la dirección académica del programa y por los estudiantes. Para los administradores, el requisito fundamental era tener una cuenta en ese banco. Decidí no tener cuenta en Bancolombia.

Era la crisis del 98 y Clack Queta, la sociedad que habíamos conformado Fabio Medellín, su esposa Teresa y yo, estaba en receso, mi desánimo con las universidades había llegado al tope y después del incidente con cidca decidí no seguir dictando clases en ninguna universidad. Cogí “mis chiros” y me fui para Quito, quería respirar otro aire.

Allí se me presentó la oportunidad de escribir libretos para una serie de radio producida por el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina, Ciespal, sobre leyendas indígenas en torno a la conservación del medio ambiente, una experiencia verdaderamente gratificante. En la primera reunión del equipo de trabajo me encontré con Alfonso Monsalve, director creativo del proyecto. En el 82, él había sido mi profesor de redacción creativa en publicidad, en la Universidad Central. Fue un reencuentro grato, pues había sido uno de los buenos profesores que había contribuido a mi formación.

Empezamos juntos a diseñar un proyecto para televisión, seguí trabajando en la serie de Ciespal, actividad que alternaba los fines de semana con la administración de una discoteca propiedad de una tía en la zona rosa de Quito. Confieso que nunca había “farreado” tanto como en esa época.

La propuesta para trabajar en Uniminuto me llegó cuando estaba preparando un proyecto para dictar talleres de radio con Ciespal. La verdad, no me llamaba mucho la atención, mi pelea interior con las universidades había sido tan fuerte que no me animaba a regresar, pero reconocía en el Minuto de Dios un proyecto diferente. Decidí venir a Bogotá y entrevistarme con Gladys Daza, la decana. Me propuso un proyecto seductor: no se trataba de un contrato tradicional de horas cátedras y docencia, el propósito era poner en marcha un proyecto: la Escuela de Medios. La entrevista con el rector, el Padre Camilo, fue inolvidable: casi no hablé, él se encargó de dibujarme el proyecto del Minuto de Dios y del papel de la universidad y de la comunicación en su construcción.

Regresé a Quito, me parecía que debía haber varios candidatos y que seguramente el puesto no sería para mí, en realidad me argumentaba excusas que me mantuvieran en mi posición de no regresar a Colombia y menos a la Universidad, pero la decisión no demoró mucho en llegar: a los quince días me anunciaron que había sido seleccionado.


Debía entrar como docente, pero no tardaría más de un par de meses en ser nombrado como director de la Escuela. ¿Qué hacer? Recuerdo mi caminata por el Parque La Carolina y mi recorrido en el trolebús por el centro histórico de Quito, reflexionando sobre el tema: por un lado estaban los proyectos con Ciespal para dictar talleres de capacitación en radio y, con Manuel, seguir en la escritura de guiones para televisión, habíamos iniciado diálogos con Ecuavisa, pero el Minuto de Dios era un proyecto atractivo, la Universidad de otra manera, con una organización verdaderamente comprometida con el desarrollo social… Además, en Bogotá estaban mi familia, mi gente. Treinta y seis horas demoró el viaje de regreso por tierra.

El primer camarógrafo de la televisión colombiana

Preámbulo Publicado en "En medio de la memoria, 10 años de la Escuela de medios para el desarrollo"

El padre del primer técnico de la Escuela de Medios fue el primer camarógrafo colombiano de la televisión colombiana.

Fuente: Archivo fotográfico Museo de Arte ContemporáneEl padre Rafael García Herreros durante una de
las emisiones del progrma Minuto de Dios, que se
emite desde 1955 por la televisón nacional abierta.
Mata, como le decían sus compañeros, entró a trabajar en la Radiotelevisora Nacional de Colombia sin pensarlo, el 20 de julio de 1954: “…después del 13 de julio trajeron un camión cargado de equipos y yo de casualidad subía por la calle 24”. Juan de la Mata Rodríguez trabajaba en esa época en la emisora 1020, cuya sede quedaba sobre la carrera séptima, casi llegando a la calle 25. Había estudiado a distancia, por correspondencia, en la National School, un “curso práctico técnico de radio, televisión, cine sonoro y demás aplicaciones”, como reza en el diploma que cuelga con orgullo en una de las paredes de su casa en La Mesa, Cundinamarca.

“…y subí por ahí, como cualquier día, y vi que estaban bajando equipos, entonces me acerqué a mirar. De pronto se cayó un trípode y yo ayudé a recogerlo, alzarlo, entonces me dijeron «éntrelo», y yo lo entré, así conozco el estudio…” cuenta el viejo Mata, que ahora, desde sus 76 años, recuerda aquel día en el que su vida tomaría un nuevo rumbo que lo convertiría en el primer camarógrafo colombiano de la recién llegada televisión, llena de cubanos.
“¿Usted quiere trabajar aquí?”, le preguntó uno de los cubanos mientras él los miraba trabajar con curiosidad. Mata les explicó que trabajaba en la emisora 1020, donde se desempeñaba como operador de sonido y manejaba una consola nueva Autec, la misma que tenían en el estudio de televisión. “Eche, chico, véngase para acá…”, le propuso Sequeira, uno de los cubanos traídos para el montaje y operación de la televisión. Mata empezó como auxiliar de luces, y aunque hizo sonido, nunca manejó la consola Autec; recuerda que algún día le tocó trabajar con el equipo de sonido porque el único operador de boom se enfermó. Tuvo que hacer un programa de teatro que había tenido sus respectivos ensayos en los que él no había participado, tenía un libreto complejo y el coordinador estaba encima de él, atento. Tenía que participar como si hubiera ensayado, atender la comunicación a través de audífonos, estar muy atento tratando de pescar el sonido sin que el micrófono entrara en el tiro de la cámara.

No dudó un solo minuto en entrar a trabajar a la televisión después de que le hicieran la oferta a boca de jarro: “…Me bajé ahí a media cuadra y hablé con don Enrique
Ariza, el gerente propietario de la emisora, le conté lo del problema, le dije: «me va tocar renunciar». Dijo «¿por qué? ¿Cuánto le van a pagar?» «Ah, yo no sé». «¿Cuándo va a firmar?» «Ah, yo tampoco sé». Entonces dijo: «Te voy a hacer la carta, pero si por algún motivo no llega a trabajar allá, se viene para acá»…”
Y así pasaron 26 años durante los cuales Mata hizo de todo: fue ayudante de cámara y finalmente llegó a camarógrafo, hasta el 68, cuando los pitos de alta frecuencia le dañaron el oído. Ahora oye pitos a un lado y al otro: “…cuando duermo se me cruzan de frecuencia”, explica Mata jocosamente.

“Por la noche cerraban el estudio con candado, se salían todos, se recogían las cámaras, se colocaban en un rincón y se echaba candado. Los celadores ni siquiera se acercaban porque estaba con llave, entonces a uno no le quedaba difícil quedarse encerrado”. Unas quince veces se quedó encerrado Mata para ensayar el manejo de las cámaras y estar listo para cuando le dieran la oportunidad. Eran unas cámaras a las que había que “meterle” 60 libras de aire para levantarlas y nivelarlas y que quedarán algo duras, para que cuando hubiera mucho calor no se le fueran a quedar arriba. “Y luego practicar los dollys y movimientos de cámara”, hasta que finalmente se presentó la oportunidad de manejar la cámara en el estudio.

Luego de la incapacidad auditiva que lo sacó del manejo de las cámaras, empezó a trabajar en el cuarto oscuro y a hacer fotografía para televisión educativa. Había una filmadora Bell & Howell pequeña, “comenzaron a pedir trabajitos y parece que no me fue mal (…), menos mal no me echaron”. Precisamente una de las cosas que le ayudó en el laboratorio, y en su momento a hacer cámara, porque entendía de encuadre, foco, profundidad de campo, etc., fue que en su época de operador de sonido de radio en la emisora Nueva Granada, acompañaba a Luis Alberto Gaitán, famoso fotógrafo de la época conocido como Lunga. Le cargaba la cámara, una Spencer Weber y aprendió mirándolo hacer fotografía, revelando: “aprendí a hacer dos cosas sin saber ninguna”.

Su amistad con el Padre Rafael García Herreros empezó peleando. “En ese tiempo las cámaras ya tenían tres o cuatro meses de uso, habían pasado el tope de las doscientas horas de trabajo, y esas cámaras retenían la imagen (…). Entonces, mientras la una estaba al aire, la otra estaba paneando sobre algo que le regara luz fuerte para borrar la imagen anterior (…) y el padre, al ver que una cámara se movía, tal vez se le iba la idea que tenía, y al día siguiente mandó una carta por la mañana a la secretaria de propaganda y prensa de la Presidencia para darle quejas al presidente de que ahí había uno que se la pasaba jugando”.

Después de que se le explicó el problema con las cámaras y el procedimiento para recuperar la imagen, el Padre Rafael entendió el tema y se hicieron amigos. El padre tomaba tinto con los técnicos “y hacían chistes”. En 1955 casó a Juan de la Mata
Rodríguez con Virginia Acosta, en la Iglesia de las Angustias. En 1963, Mata se fue con su familia al barrio Minuto de Dios, a la casa donde actualmente funcionan los
Servicios Gráficos de la Organización Minuto de Dios, sobre la carrera 76. Sus hijos se vincularon a los grupos de oración juveniles. César Augusto entró a trabajar en
Inravisión luego del retiro de Mata, y Alejandro entró a la Escuela Latinoamericana de
Televisión Lumen 2000, luego de haber estudiado electrónica en el Colegio Superior de Telecomunicaciones.

En 1999, Alejandro Rodríguez, hijo de Juan de la Mata Rodríguez, primer camarógrafo de la televisión en Colombia, se convirtió en el primer técnico de la Escuela de Medios, donde, al igual que su padre, hizo cámara, luces, sonido, edición y todo lo que pudo. Porque el amor por los medios es más “gusto y diversión”, como manifestó Mata cuando contó sus historias en su casa de La Mesa. Historia de hombres sencillos que, sin ser los protagonistas, cumplieron un papel crucial en la construcción de la televisión colombiana.


De poetas, viajes y tumbas

Una excusa para hablar de Cees Nooteboom, el eterno viajero

Publicado en la revista Literariedad, Año 3, Abril de 2016 (ISSN: 2462-893X)


¿Cuántas millas habrá recorrido Cees Nooteboom? A los 17 años salió de su casa en Holanda  para recorrer Europa en auto stop y desde entonces no ha parado, más de sesenta años viajando por todas partes del mundo.
Una de las cosas que no hago, casi desde los 17 años, es visitar cementerios. No me gusta, sin embargo, por Cees Noteeboom y Federico Díaz Granados, el año pasado rompí esa tradición; como cierre del taller de poesía del Fondo de Cultura Económica, visitamos tres cementerios y siete tumbas[i]. En el cementerio Central a José Asunción Silva, Rafael Pombo, José María Vargas Vila y León de Greif; en Jardines de Paz a Aurelio Arturo y en el cementerio de Sopo a Eduardo Carranza y su hija María Mercedes.
Al pie de cada tumba leíamos alguno de sus poemas más significativo. Juan Felipe Robledo leyó “Balada del mar no visto” al pie de la tumba de León de Greif,[ii] Federico Díaz Granados leyó “Galope súbito” en la de Eduardo Carranza[iii] y yo leí el texto de alguien que está muy vivo y que nos visita en el presente Filbo, Cees Nooteboom:
“¿Por qué visitamos la tumba de alguien a quien no hemos conocido en absoluto? Porque aún nos dice algo, algo que sigue resonando en nuestros oídos, que hemos retenido e incluso no hemos olvidado, que nos sabemos de memoria y de vez en cuando repetimos, en voz baja o en voz alta. Con alguien cuyas palabras siguen estando presentes para nosotros mantenemos una relación, del tipo que sea. Por esa razón, nos es imprescindible visitar su tumba. Cuando se trata de tumbas, todo es irracional.”
Y es que precisamente aquí es donde entra este escritor e incansable viajero. Uno de sus libros “Tumbas de poetas y pensadores” recoge su visita a la tumba de ochenta escritores del mundo. En la tumba de Antonio Machado, en Collier, sur de Francia, Nooteboom escribe:
“Ya sé que, para quien no ve ni oye, aquí no hay nada, un arenero, un desierto, los albergues oscuros, la comida mezquina, una tierra que se extiende alrededor sin ser invitada, perezosa y gris, ensimismada, irresistible. Siempre pienso que yo habría debido nacer aquí, o que un antepasado lejano mío procedía de aquí, pero tal vez sea al revés y yo tuve que nacer precisamente en las pantanosas y verdes tierras inundadas para ser tan sensible a la seducción de la dureza y de la piedra. Sin embrago, lo que se puede escribir sobre ello ya se ha escrito:
Encinares castellanos
En laderas y altozanos,
Serrijones y colinas
Llenos de obscura maleza,
Encinas, pardas encinas;
¡humildad y fortaleza!”

Su compañera afectiva, Simone Sassen, tomó las fotografías de las tumbas. El epígrafe que se lee en la tumba de Antonio machado dice: “Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo como los hijos del mar”.  Y así, el libro recorre las tumbas que los pies de Cees Nooteboom recorrieron a lo largo del mundo: Honoré de Balzac, Samuel Beckett, Adolfo Bioy Cásares, Italo Calvino, Julio Cortazar, Robert Graves, Franz Kafka, Susan Sontag, César Vallejo,  Virginia Woolf, sólo para nombrar algunos de los escritores muertos que Nooteboom revive en su libro, justo al pie de sus tumbas.

Empecé a leer a Cees Nooteboom por Isaías Peña, ya que fue uno de los autores invitados de Noche de Narradores evento que realizaba el Departamento de Humanidades y Letras de la Universidad Central. Leí “El día de todas las almas” me enamoré de Elik, como Arthur Daane, el protagonista de la novela, se enamoró de ella, y desde ahí empecé a admirar a este escritor holandés, al que el premio Nóbel de literatura le ha sido esquivo.

Holanda, Reino de los países bajos, es el invitado de honor en la actual Feria del Libro de Bogotá, y Cees Nooteboom estará con nosotros en la Gala de Poesía que se realizará el viernes 22 de abril, a las 6:00 p.m., en el pabellón de Holanda, por supuesto. Su obra literaria es muy profusa y ha publicado de todo, poesía, cuentos, novelas, ensayos, libros de viaje. Según la crítica, su novela más reconocida es “La historia siguiente”, una narración donde el protagonista, un profesor de lenguas muertas, reconstruye la identidad a través de la perspectiva de sus dos grandes amores del pasado. Otro libro muy nombrado es “El Desvío a Santiago”, también con fotografías de Simone Sassen, donde refleja toda su capacidad de maravillarse e interpretar el mundo con esa basta cultura que lo acompaña. El secreto de los viajes está en desviarse del camino, quizás su mayor lección como viajero.

Sobre sus viajes, en 2014 la revista Semana publicó una entrevista, a propósito de sus 81 años, hoy 83, y él respondió:
“De vez en cuando (risas). Recién en Mompós, a mi edad, con el miedo permanente que uno tiene de caerse, tener que subirme a una chalupa… Pero mientras pueda seguiré viajando. Me gusta el movimiento. En uno de mis libros digo que “el origen de la existencia es el movimiento”. Y en una obra de teatro que publiqué hace más de 50 años, escribí: “Sentarse es quedarse sentado”. He escrito nueve libros de viajes, el último de ellos que hice con mi esposa Simone Sassen, quien es fotógrafa, es sobre una visita a los 33 templos del Japón, un peregrinaje.”

Nooteboom dice que quien viaja aprende a conocerse a sí mismo, pero también explica que los viajes hay que decantarlos. Son muchos sus libros de viajes y en cada uno hay cientos de experiencias que le permiten al lector mirar el mundo de manera diferente. Fue a través de su libro de viajes  por las tumbas de los grandes escritores del mundo que me animé a mi pequeño periplo por las tumbas de los poetas colombianos en aquel recorrido de cierre de taller y entendí ese extraño secreto de visitar tumbas de seres conocidos entrañablemente queridos y vivos. No se cómo se hará en el futuro, donde la incineración de la muerte y la exparción de sus cenizas se está convirtiendo en una costumbre, quizás ya no haya que visitar las tumbas del futuro, pero los escritos de los poetas seguirá vivo, acompañándonos en el aire que respiramos.

miércoles, 22 de marzo de 2017

La convención de los árboles

1


En el Quinto Encuentro Centenario Global de Árboles y Otras Especies Vegetales Mayores, se encontraron los árboles de todo el mundo. Este encuentro se hace cada cien años, no por capricho, sino porque la movilidad de los árboles es muy lenta, algunos tardan incluso diez años trasladándose desde su región hasta el lugar de la convocatoria, sin embargo, esto no es problema para ellos ya que la mayoría son muy longevos.

Endel, un viejo árbol de la especie de la “secuoya roja”, de 110 metros y 2.128 años, es quien preside la reunión:
–Señores –dijo con voz gruesa y pausada–, iniciaremos nuestra sesión de este centenario, dándole la bienvenida a nuestro amigo Drago, un importante árbol de Gran Canaria, que por ser endémico no había podido venir a nuestros encuentros, hasta ahora.

Todos los árboles lo recibieron con un resonante “ramauso”. Les recuerdo que los árboles no tienen palmas de la mano, por consiguiente no aplauden, sino “ramausen” que es las acción de agitar las ramas para producir ruido.

Drago se presentó ante la comunidad con su alegre acento español de las islas canarias:
–Ej para mí un ogullo, está po primera vé en ete impotante encuentro. Quiero aprovechá para rendí un homenaje pojtumo a nuestro entrañable amigo Acacia de Ténere.

Acacia de Ténere era conocido por ser el árbol más aislado del mundo; se encontraba a más de 400 metros de cualquier otro árbol, en pleno desierto del Sahara. Desafortunadamente, fue destrozado en 1973 –en cronología humana, porque en realidad los árboles miden el tiempo de manera muy diferente a la nuestra– por un conductor que manejaba borracho.


2

La idea central del Quinto Encuentro es la deforestación, tema que había empezado a preocupar a los árboles tres centenarios atrás, cuando celebraron el tercer encuentro.

Precisamente, en la tarima del escenario estaba ahora Palo de Rosa, una especie botánica de planta con flor, de la familia de las Lauráceas, que se caracterizan por ser árboles de 50 metros promedio, que habitan en las zonas tropicales del Viejo y del Nuevo Mundo. Palo de Rosa también es un árbol endémico de la Amazonía, pero al contrario de Drago, que es símbolo en Islas Canarias y está protegido y expandido ampliamente en su región, él está en vía de extinción. Su testimonio se convierte para los árboles presentes en el relato de una verdadera tragedia.

–Durante más de 40 años –explica con voz entrecortada Palo de Rosa–, hemos sido blanco de la devastación sistemática de la especie humana. Bosques enteros nuestros han sido derribados, reducidos a trozos pequeños, luego a viruta y posteriormente a serrín, para producir aceite.
El ambiente queda en silencio, apenas si se sienten el viento entre algunas ramas y hojas. Todos miran conmovidos a Palo de Rosa y están estupefactos ante su descarnado relato.

–¿Qué vamos a hacer, señores? –retoma la palabra Endel–. Estamos sufriendo de “deforestación”, que consiste en la pérdida de nuestra tierra, en manos de una de las más grandes plagas naturales: los humanos. A lo largo de la historia, nos han derribado para usarnos como combustible. Hacen muebles con nuestros troncos, o arrasan nuestros territorios para introducir ganado y cultivos de toda clase.
Un gran murmullo se despertó en el congreso: voces, silbidos y agitación de ramas se escuchan.
 –Nos están acabando– gritó el Encenillo.
–Los bosques tropicales están amenazados– dijo Ramón, un árbol tropical cuyo nombre compuesto es “fraxinus angustifoliav”.
            Así, con reclamos cada vez más airados, con cifras y casos, los árboles analizaron su situación.


3

Llegó la hora de las conclusiones y las propuestas.
–El ser humano se ha convertido en una verdadera plaga, la más peligrosa –dijo Endel–. De todas las especies, es la única que no tiene depredadores naturales, que no tiene control de crecimiento. Y lo peor, es que se está convirtiendo en el depredador del resto de las especies vivas de nuestro planeta. –Los árboles volvieron a quedar en silencio y un ambiente de tensión recorrió el ambiente.

El Cedro del Líbano resonó su voz desde el fondo, donde se destacaba su imponente presencia.
–Es cierto, el hombre amenaza con convertir el planeta en un desierto. También lo es, que hay algunos especímenes humanos que trabajan por nuestra protección y conservación. En muchas partes del mundo se están haciendo reservas que evitan nuestra extinción. Incluso, en algunas ciudades humanas, se han vuelto a plantar árboles y a crear bosques que contrastan con sus inmensas moles de cemento.

Endel retomó la palabra:
–Amigos, en este quinto congreso hemos analizado los peligros que nos amenazan y las acciones que se están haciendo para contrarrestarlos. Los invito a que hagamos un Observatorio Humano. –Se rascó la coronilla del tronco, con las ramas superiores–. Desde cada uno de los bosques organizados, vamos a mirar con cuidado y a seguir paso a paso las acciones del hombre. –Un murmullo se escuchó de nuevo entre los árboles–. En cien años, en el sexto congreso, de acuerdo a los informes que presentemos, tomaremos las medidas que sean necesarias. Bien puede ser que el ser humano haya rebajado su nivel de agresividad sobre los bosques y sea una plaga controlada, o bien sea que la naturaleza provea una catástrofe para generar su control.

Los árboles aceptaron la propuesta y emprendieron el regreso a sus respectivas zonas, pero Palo de Rosa no dejaba de pensar con cierto temor si la acción del hombre les permitiría volverse a reunir dentro de cien años.


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