Se va Gustavo Petro del distrito de Bogotá y a pesar de no
haber hecho una mala alcaldía, es claro que los medios de comunicación montaron
en el imaginario de la clase media colombiana la idea de una pésima
administración, me queda un extraño sin sabor, el alcalde progresista no fue lo
que muchos esperábamos.
Ante todo, hay que señalar lo bueno: su programa de gobierno
se cumplió, tratar de desconocer que hubo un alto porcentaje en la disminución
de la discriminación y segregación, que se trabajó asiduamente para enfrentar
el cambio climático y se fortaleció lo público en el distrito, es intentar
tapar el sol con una mano. Claro, este tipo de obras no se ven, pero se pueden
enunciar para hacerlas visibles: La tasa de homicidios se rebajó en un 40%, la
más baja en 30 años; se inauguraron más de 15 jardines infantiles con horario
nocturno para padres que trabajan o estudian en la noche; se buscó desestimular
el uso del automóvil; se ampliaron los carriles exclusivos para el servicio
público; se llevó el transmilenio a la carrera séptima, manteniendo las
características existentes de la vía; en lo ambiental, se peatonizó la carrera
séptima, se dieron al servicio las bicicletas del distrito con carriles
exclusivos, hubo una reducción considerable de gases contaminantes; aumentó de
manera importante el presupuesto para la educación básica; la protección animal
fue la más notable hasta ahora, nunca se había tenido una política tan
importante en este tema, se evitaron las corridas de toros, se acabó con los
vehículos de tracción animal y se mejoraron las condiciones de zoonosis en la
ciudad; se garantizó el mínimo vital de agua para los estratos bajos; hubo una
política tarifaria favorable en horas valle para los pobres; se abrió el
transmilenio por la calle 26 y por la carrera décima; se abrieron los CAMAD
para atender a los drogadictos, que tuvieron un tratamiento de enfermos y no de
criminales; se dignificó la labor de los recicladores y se creó un nuevo modelo
de aseo, que le quitó el negocio de las vacas gordas a los emporios
particulares; Canal Capital fue un modelo de televisión pública con programas
de opinión y debate que no existían en la televisión colombiana; finalmente, se
logró disminuir la pobreza, que pasó de un 11.9% a un 5,4%, es decir, se redujo
a la mitad en tan solo cuatro años. Todos estos logros confirman que su plan de
gobierno se cumplió.
Lo malo de Petro fue que no tuvo capacidad de diálogo, ni
con los miembros de su propio gabinete, ni con sus concejales a quienes
desconoció y dio la espalda, privilegiando muchas veces a intereses de concejales de otros grupos políticos, ni con los medios
de comunicación que aprovecharon la oportunidad para irse lanza en ristre
contra él. Su soberbia hizo que poco a poco se cerraran las puertas del diálogo
y cada vez fuera presentado como un alcalde incompetente. El cambio continuo de
su gabinete, el desacierto en el manejo de sus asesores de prensa, o quizás los
oídos sordos a sus recomendaciones, y el afán presuntuoso por ejecutar las
acciones administrativas sin las consultas y estudios necesarios, a pesar de
los reparos de sus propios asesores, dieron al traste con la posibilidad de ver
culminar su periodo con una buena imagen. Quizás, el mayor desacierto estuvo en
el manejo de las basuras, no por lo que hizo, sino por la forma. En lugar de
salir airoso del tema, generó el descontento en la ciudadanía, que de nuevo
estuvo azuzada por los medios de comunicación y sus enemigos políticos. Así,
también se podría hablar de la forma como manejó varios de los temas, el POT,
la peatonización de la carrera Décima, el debate sobre la Avenida Longitudinal
de Occidente, la famosa ALO, etc. Lo que Petro “hizo con las manos, lo borró
con los oies” como se dice popularmente. Lo malo de Petro no estuvo en lo que
hizo, sino en la manera como lo hizo.
Lo feo de Petro, y no de su administración, lo realmente
grave, es que no fue coherente con su eslogan de “la Bogotá humana” ni con la
política del amor que tan elocuentemente manifestó en su discurso de posesión.
Más que su prepotencia, el verdadero problema de Gustavo Petro es su
resentimiento social, su odio por la clase dirigente tradicional y por las
clases económicas pudientes. Mientras que su discurso de papel planteaba una
política de amor, sus acciones mostraron una política del odio, y en ese manejo
se acercó al que quizás es uno de sus mayores detractores: Álvaro Uribe Vélez.
Petro en la alcaldía fue un reyezuelo, como lo fue Uribe en su presidencia, un
déspota, una extraño dictadorzuelo democrático, incapaz de escuchar, dueño de
la verdad absoluta y con un afán de venganza sobre todos aquellos que se
atreven a pensar diferente. Tan peligroso como un dictador de izquierda es un
dictador de derecha, nada peor que Napoleón imponiendo la modernidad en Europa
bajo el peso de su espada, o Stalín imponiendo
el socialismo en Europa Oriental bajo el peso de los tanques soviéticos.
En las elecciones de 2011 voté por Petro y el Movimiento
Progresista, admiré la manera como fue capaz de levantar una izquierda caída
por el desastre de Samuel Moreno, sin embargo, jamás me imaginé que él mismo la
iba a enterrar después. Varias personas cercanas a Petro, de izquierda, que lo
conocían, me había advertido la clase de persona que era, aunque se pensaba que
había que votar por la izquierda, porque las políticas sociales planteadas eran
las que necesitaba la ciudad, pero esa política impuesta de mala manera tampoco
funciona, porque no hay nada más peligroso que una polarización montada en el
odio, y eso es lo que estamos viviendo, unos odios marcados entre las
diferentes formas de pensamiento. El verdadero reto de hoy está en la
reconciliación y el perdón, todo sobre una base de diálogo sincero y honesto. Sigo
siendo una persona cercana a la las políticas de inclusión, justicia y equidad
social, que son de izquierda, mas no de esa izquierda recalcitrante que lucha
contra un capitalismo demoníaco. Me parece que el mejor camino es el de la noviolencia,
así como lo escribo, pegado, y la resistencia pacífica; su mejor argumento es
la influencia sutil, no hay mejor derrota que hacerle ver al oponente sus
injusticias, como decía Gandhi: En cuanto
alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de
hombre, ninguna tiranía puede dominarle. Y de eso se trata, de comprender
que hay un sistema que definitivamente, no solo excluye a más del 60% de los
seres humanos, sino que excluye a la propia naturaleza, y no hay nada más
perverso e injusto que eso.
Seguramente, Petro se lanzará a la presidencia en las próximas
elecciones, si sus enemigos se lo permiten; esta vez no voy a votar por él,
prefiero, hacerlo en blanco si no hay otra alternativa, por supuesto, el mío no
es más que un simple voto, pero es un voto.